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y vivir momentos con personas diferentes a tu día a día
cotidiano te facilita la posibilidad de disfrutar de experiencias y momentos
especiales. Siguiendo este caminar como observador de la realidad en mi
entorno, me permito percibir y, en algunos casos, hasta sentir como estas otras
personas han decidido, o no, vivir su vida.
He
disfrutado de dos días maravillosos en compañía
de mamás y papás de la clase de mi hijo Rafael, así como de todas las niñas
y niños que forman parte importante de estas familias. Rodeados
de un maravilloso paraje natural, hemos visto como la imaginación
de nuestras hijas e hijos casi, casi no tiene limites.
Momentos llenos de
juegos y aventuras donde la edad no llega a importar lo suficiente como para
que estas niñas y niños se entremezclen para conseguir
disfrutar de cada minuto de su tiempo.
Fue
durante uno de estos momentos, disfrutando de un agradable paseo por los
alrededores de la vivienda donde pasábamos estos días,
donde pude disfrutar de una conversación muy interesante
con una persona asombrosa, la cual, no me dejó indiferente
con sus reflexiones y formas de ver su realidad.
Esta
persona tan especial es un niño de once años.
Durante
nuestro paseo, y una vez descubierto un hermoso paraje junto a un no menos
hermoso lago, me invitó a acompañarle
en la aventura que estaba a punto de comenzar. Con esa mirada que sólo
un niño puede mostrar a un adulto, me invitó a hacerme participe de sus
pensamientos y comenzamos una escalada por un camino un tanto abrupto, que tenía
como objetivo alcanzar esa hermosa cascada de agua que veíamos
morir a los pies de ese lago que íbamos dejando a nuestra espalda.
Escuchar de un niño de esta edad reflexiones sobre como
percibe él el concepto tiempo y como lo ve en los adultos fue sólo
el inicio de una lluvia de momentos y sensaciones sin igual.
Mientras
avanzábamos entre jaras y rocas nuestra conversación
se iba encaminando hacia reflexiones increíbles para esta
persona que las vivió y disfrutó:
Yo-
¿Por qué me has escogido a
mi para vivir esta aventura contigo?
Niño:
Porque hay una cosa que me preocupa de ti y otra que me gusta mucho.
Yo-
Me interesa conocer las dos, ¿quieres compartirlas conmigo?
Niño:
Claro que si. Lo que me preocupa es que no veo en ti la seriedad, las maneras
de hablar, la disciplina que todo padre debería tener hacia sus
hijos. Me resulta raro que permitas “ciertas” libertades
a tus hijos.
En
ese momento me di cuenta que tenía ante mi uno de esos momentos que
tanto me gusta y me preparé para disfrutar de
cada uno de los minutos que estaban por venir.
Yo-
Muchas gracias por tu sinceridad, ahora me gustaría conocer que es
eso que tanto te gusta de mi.
Niño-
Me gusta de ti que, a pesar de ser un adulto, puedo hablar contigo como si estuviera
hablando con otro niño.
Yo-
¿Te puedo dar un abrazo?
Niño-
Si.
Abrazar
ese pequeño cuerpo tan pequeño con capacidad
para una cabeza que posibilita este tipo de reflexiones fue, para quien esto
escribe, un momento que recordaré como se merece es ese
rincón de mi biblioteca mental donde reservo las vivencias
especiales.
Mientras
continuábamos nuestra aventura, las preguntas y respuestas marcaban
el paso de nuestro caminar.
Niño-
Para vosotros los adultos el tiempo pasa mucho más rápido
que para nosotros. No os dais cuenta que vuestro minuto de tiempo, en un niño,
puede convertirse en una hora. Tenéis tanta prisa por todo, que no os
dais cuenta de que mientras más rápidos vais antes
se aproxima el final de vuestra vida.
Yo-¿Piensas
que el concepto tiempo no es igual en un niño que en un
adulto?
Niño-
No, vosotros los adultos utilizáis el tiempo para conseguir algo, yo
como niño lo utilizo para disfrutarlo.
Yo-
¿Por qué piensas eso?
Niño-
Por una sencilla razón, los adultos estáis
vacíos.
Mi
rostro cambió por completo. Me di cuenta por como él
me miraba y sonreía.
Niño-
Los adultos todo lo hacéis por excusaros o justificaros ante
otros adultos, sin que tengáis en cuenta si eso que estáis
haciendo os perjudica u os beneficia. Los niños sin embargo lo
hacemos por pura diversión, sin importarnos demasiado que
puede venir después de ello.
Yo-
¿Te puedo hacer una última pregunta
amigo?
Sus
ojos brillan de manera especial, como si ya supiera lo que voy a preguntarle:
Yo-
¿Cuando decidiste dejar de ser niño?
Niño-
Cuando me di cuenta que pensar y hablar como un adulto era más respetado que
las opiniones de un simple niño.
Vimos
como nuestra aventura llegaba a su fin. El grupo de padres y niños
llegaba hasta donde nosotros estábamos, los dos nos miramos por última
vez con ojos de niños y volvimos a ser esos adultos que
habían iniciado esta aventura.
Adolfo
López García
Coach&Trainer
Educativo y Personal.
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